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martes, 6 de noviembre de 2012

Declaraciones de un corazón amedrentado



Meses escribiendo mis inmaculados sentimientos. Noches de delirio e inspiración que fueron plasmados en una libreta hambrienta, con tinta que se empecino y que vertió los sueños de aquel loco enamorado. Era yo una persona ignota, inmersa en el amor, la pasión, la vida, el placer y demás. Siendo un oriundo de un mundo de ilusiones que se disiparon en la melancólica soledad, que me daba el subvenir excelso y que me desproveían de el desengaño solapado.

Todo estaba en bonanza, en beatitud y en armonía. Mi espíritu gallardo se enfrentaba a las tesituras sibilinas y mi corazón pudibundo resistía el asedio de lo lascivo y deplorable, pero mi solemne objetividad me llevaría a una situación atípica, una circunstancia que dejaría menoscabo mi espíritu y mi corazón.

Acaeció lo temido de lo susodicho, aquel momento llego sin aviso ni augurios. Mi cuerpo encarnizado e impetuoso anhelaba aquel placer profano, quería deleitarme ante ese placer destructivo, esa fruición que asola los sentimientos más puros, hermosos e inocentes. Con cada sensación repugnante. Mi futuro se iba perdiendo en el mar airado del amor y la confianza de aquella dama a quien yo quería, que se perdió en la calígine de ese mar en crepúsculo.

Fui insensato e ignorante, mintiéndome cada vez más para recatar lo acontecido, hasta denigré a esa persona a quien yo hice pecar, pero fue inútil. Todo salió como lo planeado y se rebeló así como el fulgor del sol en el verano; mi dama amada me miro con desdén y marchó hacia el olvido. Me sentí anodino, endeble y porfiado, no pude hablar consecuentemente, no pude defenderme, no pude abogar por mis promesas, ¡no...! Ahora solo podía agachar la cabeza y dejar que las consecuencias ásperas, destruyeran el disfraz de este hipócrita e inescrupuloso hombre.

Admiré el futuro desolador y abrí con vergüenza esa libreta que estaba llena de promesas y gemí por el dolor tan abismal que me consumía, la decepción era vasta, no era yo ese hombre que describía aquella libreta con respeto, con honor y con pudor. La culpabilidad me acometió y acudí a la desesperanza, al efímero fuego para que incinerara aquellos poemas oriundos de ese hombre falso… o fui aquel preclaro caballero que le pertenecían tan exquisitos sentimientos que llegaron pero se marcharon por mi cambio abrupto. Ahora mis sueños quedaron en cenizas para que nadie recordara lo que algún día fui, o lo que soñé en aquellas palabras tan inefables, tal vez actué para limpiar aquella conciencia de aquel loco enamorado. Las ilusiones hacia mi amada quedaron en algo inferior que la escoria. Ahora soy la hoja que vaga en el desierto del desamor.

Pero el viento levanto aquellas cenizas siendo ellas lo que algún día pudo ser y no fue, aquellos recuerdos, momentos, sentimientos inefables de promesas mentirosas. Quede divagando en aquel recuerdo que queda en olvido pero que aún queda perceptible en alguna parte de mi interior. 


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